lunes, 5 de noviembre de 2012

LA SANTIDAD: El objetivo de vida de todo bautizado



"Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda bendición espiritual en los cielos, pues Él nos eligió antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha en su presencia, por el amor"


Canto de Bendición: Eph 1, 3-4


Algunos obstáculos para ser santo

Ser santo es sencillo, pero requiere de mucha valentía, coraje y fortaleza, porque no es algo que "esté de moda" y que el ambiente te ayude a conseguir. Por el contrario, si quieres de verdad llegar a ser santo, encontrarás miles de obstáculos en el camino, empezando por ti mismo.
Tu pasión dominante o "talón de Aquiles". Si observas un poco tu vida, encontrarás que miles de veces no has respondido como Dios lo esperaba de ti. Frente al llamado que te hace Dios a la perfección, encontrarás en tu vida presunciones, desesperaciones, perezas, enojos, riñas, odios, gula, impurezas, supersticiones, mentiras, venganzas y omisiones. Luchar contra todo esto a la vez puede resultar imposible, como si trataras de matar a miles de mosquitos dando golpes con una espada en el aire. Lo que tienes que encontrar es la raíz de estas caídas, tu talón de Aquiles, el nido de donde provienen los mosquitos, y arremeter contra él con todas tus fuerzas. Algunos tienen este defecto dominante en los ojos, otros en la lengua, otros en la imaginación. Si de verdad quieres ser santo, deberás descubrir cuál es el origen de tus defectos.


El desánimo. Tal vez empieces a recorrer el camino hacia la santidad con grandes ilusiones, pero debes estar consciente de que vas a caer mil veces y vas a tener que levantarte otras tantas. El desánimo es “guillotina de santos”; no permitas que se apodere de tu vida y te haga decir o pensar que no sirves para eso, que tienes demasiados defectos, que no eres capaz. Todos los santos han tenido defectos y fallos, pero su santidad ha consistido en saber levantarse a tiempo y seguir adelante.


El agobio del trabajo. Puede ser también que al darte cuenta de las necesidades que tiene la Iglesia, de los problemas que existen en el mundo, te sientas agobiado, como si te encontraras solo con una pala ante la misión de trasladar una montaña a otro lugar. El agobio te vuelve ineficaz y eso no lo quiere Dios. Hay mucho trabajo que hacer, pero debes empezar por lo que a ti te corresponde, en el estado y condición de vida en donde Dios te ha puesto. Si trabajas en lo que debes, Dios se encargará de lo demás. El agobio es el mismo que sintieron los apóstoles cuando Cristo les dijo que sentaran a las cinco mil personas y les dieran de comer. Los apóstoles pudieron conseguir solamente cinco panes y dos peces y Jesús hizo lo demás y todos quedaron saciados.


El pesimismo. Los pesimistas no pueden ser apóstoles y mucho menos santos. Los pesimistas se quejan de su trabajo, de los pocos frutos que obtienen, de sus achaques, de sus problemas, del calor y del frío… El pesimista hace insoportable la vida a los demás, pues su tristeza se contagia. Los santos son alegres y optimistas, nada puede nublar su cara, pues saben que están en las manos de Dios, que es todopoderoso y que los ama.


La rutina. Tal vez tu vida te parezca aburrida por ser igual a la del resto de los jóvenes que pueblan el mundo: la escuela, el trabajo, los amigos, las fiestas, la familia… ¡Bah! ¿En qué se diferencia tu vida de la del resto del mundo? ¿En qué te distingues tú, que quieres ser santo? Hay una frase que dice: “Con las mismas piedras se puede adoquinar una calle o construir una catedral”. Así es tu vida, tienes las mismas herramientas que cualquier otra persona de tu edad, pero si vives con rutina solamente verás piedras en las piedras. En cambio, si desechas la rutina, podrás ver en cada piedra la posibilidad de construir una catedral; empezarás a descubrir los milagros que Dios realiza frente a ti a cada momento. El secreto está en mantenerte en contacto con Dios para ver todo con ojos de Dios.


El “aborregamiento”. Si observas a los borregos, verás que caminan en el anonimato: con las orejas caídas sin mirar al cielo; viendo mecánicamente al que va delante de ellos. Un santo nunca puede caminar como borrego, en medio de la multitud haciendo lo que los otros hacen. Tú eres diferente de los demás y no debes tener miedo de comportarte de manera diferente a los otros, que sólo reaccionan ante el aullido del coyote o el silbido del pastor. Para ser santo debes dejar de ser borrego; atreverte a caminar contra corriente en tu estilo de vestir, de divertirte, de hablar y de pensar, comportándote como lo que eres: un hijo de Dios.


Las omisiones. Los santos no saben cruzar los brazos con una sonrisa y encogerse de hombros para contemplar cómo los demás caminan por senderos erróneos. Los santos están alerta para corregir, defender, enmendar los daños que otros puedan provocar; los santos buscan la ocasión de ayudar, no esperan que ésta les caiga encima, no se quejan de la situación del mundo: sino que luchan por hacerla mejor.

Medios para llegar a ser santo



La oración humilde, un plan de vida y la frecuencia en los sacramentos es un buen comienzo

 


La oración humilde

A estas alturas ya sabes cuán importante es la oración en la vida de un cristiano, pero justamente porque ya lo sabes y estás trabajando por ser mejor cada día, puede ser que caigas en la oración del fariseo, que daba gracias a Dios por no ser tan malo como los otros. No hacía mas que jactarse de sus avances ante Dios. Este tipo de oración no sirve para alcanzar la santidad. La oración útil es aquella en la que reconoces que sin Dios no puedes hacer nada y pones toda tu confianza en Él.

El plan de vida

Consiste en trazar un plan concreto de acción para vencer tu defecto dominante.
En él tendrás que incluir metas a corto y largo plazos, así como los medios que utilizarás para alcanzarlas.

La frecuencia en los sacramentos

Como seguirás teniendo caídas, debes estar siempre cerca del sacramento de la confesión para levantarte inmediatamente. De la misma manera, necesitarás fuerzas sobrenaturales para vencer todos los obstáculos que se te presenten y sólo las encontrarás en la Eucaristía. Recuerda que la fuerza está en Dios, que tú puedes conseguir cinco panes, pero Dios, con ellos, puede alimentar a 5,000 hombres.

Reflexiones y decisiones para ser santo  



Imagina que escribieras una autobiografía que se titulara “La vida de san X”, que incluyera tus datos de nacimiento, familia y cómo ha sido tu vida hasta el día de hoy



Para meditar personalmente

Imagina que escribieras una autobiografía que se titulara “La vida de san X”, que incluyera tus datos de nacimiento, familia y cómo ha sido tu vida hasta el día de hoy. Imagina qué escribieras en ella cómo sería tu vida de aquí en adelante, el momento en que empezaste a trabajar por ser santo, poniendo todo lo que te gustaría hacer por el mundo y por las almas. ¿Te das cuenta de lo maravilloso que sería hacer realidad esa biografía y de que algo dentro de ti te dice que puede ser posible?

• ¿Cómo elaborarías un plan de vida para combatir tu defecto dominante? Podrías escribir en él el nombre de tu defecto, sus principales manifestaciones, las metas que quieres conseguir a corto plazo y unos cuantos medios concretos para conseguirlas.

• ¿Qué impresión tiene la gente acerca de los santos cuando ve las estatuas en las iglesias o cuando lee sus biografías? Después de leer este artículo, ¿tú qué opinas de los santos?

Ideas para Recordar

• Los santos han sido hombres y mujeres con las mismas debilidades que cualquiera de nosotros. La única diferencia es que ellos han puesto esas debilidades en las manos de Dios.

• Por muy extraño que parezca, cada uno de nosotros está llamado a ser santo ahí donde Dios lo ha puesto.

• La santidad es el mejor negocio en el que podemos invertir, pues nos garantiza la felicidad, no para un día ni un año, sino para toda la eternidad.

• Para ser santos encontraremos muchos obstáculos que debemos vencer: nuestra pasión dominante, el desánimo, el agobio, el pesimismo, la rutina, el “aborregamiento” y las omisiones.

• Los mejores medios para alcanzar la santidad son la lucha continua, la oración y los sacramentos.

Decisiones

En ti está la decisión de cambiar y ser santo; para ayudarte, aquí te proponemos algunas líneas de acción:

• Pondré en práctica mi plan de vida para que no se quede en un papel, recordando siempre la frase que dice: “el infierno está lleno de gente con buenos propósitos”.

• Empezaré a ser santo el día de hoy haciendo las cosas ordinarias extraordinariamente bien.

¡Te conviene ser santo!

Sin duda, la santidad es el mejor negocio en el que puedes invertir, pues te asegura la felicidad para toda la eternidad.


Sin duda, la santidad es el mejor negocio en el que puedes invertir, pues te asegura la felicidad no sólo para unos cuantos años, no sólo para toda tu vida, sino para toda la eternidad.

Jesús lo dijo a los apóstoles en cierta ocasión:
"No atesoréis bienes en la tierra, donde el orín y la polilla los corroen y los ladrones los roban. Atesorad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni orín, ni ladrones. Pues donde está tu tesoro, ahí estará tu corazón."
(Mt. 6, 19-21)

Formar un tesoro en la tierra es muy complicado: requiere de tiempo, de grandes cálculos en las inversiones, de muchas angustias e inseguridades: que si las tasas de interés bajan; que si la moneda se devalúa; que si hubo un fraude en la empresa. Para colmo, cuando por fin consigues tener los bienes materiales que tanto añorabas, descubres que éstos se descomponen, se rompen, se pierden, se echan a perder o se vuelven obsoletos.

En cambio, formar un tesoro en el cielo es muy sencillo, pues no hay agentes externos que puedan influir en él: tú eres el único que puede aumentarlo o disminuirlo. Hacer un tesoro en el cielo es trabajar por ser santo y esto se consigue con buenos pensamientos y buenas acciones. Todo lo que ganes con ellos durará para siempre y nada ni nadie te lo podrá quitar, romper, perder o estropear.

Ser santo es aumentar todos los días y a cada instante ese tesoro que tienes en el cielo. Ser santo es tan sencillo como cumplir a la perfección con tus deberes ordinarios, en el momento y en el lugar en que debes cumplirlos.

Sed perfectos como Mi Padre Celestial es perfecto

Respondiendo fielmente al llamado de Dios, siendo modelos de conducta, podemos llegar a la santidad



A lo largo de la historia de la cristiandad, han existido personas excepcionales en las que especialmente posamos nuestra atención en la actualidad para ser guiados por ellos, para pedirles ayuda, intercesión, esclarecimiento. Por ser modelos perfectos de acción en alguno o todos los campos de su vida, por haber respondido fielmente al llamado que Dios hace a cada uno de sus hijos, siguiendo el camino que Jesús nos mostró durante su paso por la tierra, se convirtieron en hijos dignos de ser llamados cristianos, por encarnar en sí las virtudes y cualidades de Aquel a quien amaban y deseaban seguir.

En el primer capítulo, primer párrafo de "La Imitación de Cristo" de Tomás Hemerkem de Kempis, leemos la siguiente reflexión: "El que me sigue no anda en tinieblas. Son palabras de Cristo que nos exhortan a imitar su vida y costumbres, si queremos ser de veras iluminados y vernos libres de toda ceguedad del corazón". Así comienza un libro que nos va guiando por el camino de ir despojándonos de nosotros mismos y asemejándonos cada vez más al Señor, y así es como han actuado esas resplandecientes almas de las que venimos hablando.

Pero de pobre forma estaríamos ilustrando al lector sobre esas grandes personas si no explicamos un poco más sobre la forma en que la Iglesia se forma un juicio a la hora de proponernos a cada una de ellas como un modelo a seguir.


Se puede entender la denominación de "santo" en tres sentidos:

Todos aquellos que están en el Cielo, ya que participan de la visión beatífica del Señor y están confirmados en la gracia. Ellos constituyen la Iglesia Triunfante y el 1° de noviembre se festeja su día.

Todos los cristianos que están en gracia de Dios participan de la Su santidad, y por eso San Pablo usa la Palabra "santos" para referirse a los fieles (2 Cor. 13,12; Ef. 1,1), ya que por el bautismo somos liberados del pecado e injertados en Cristo, que es Dios, el Santo de los Santos. Ellos constituyen la Iglesia Peregrina y están llamados a reflejar a Jesucristo en esta vida terrena.

Todos aquellos que son reconocidos por la Iglesia mediante el proceso de canonización y se presentan a la Iglesia Peregrina como modelos de conducta e intercesores ante Dios.