domingo, 27 de mayo de 2012

Entre el Cielo y la Tierra: El Santo Padre Pío, un santo contemporáneo


San Pio de Pietrelcina, entró en los Capuchinos con 15 años de edad y se ordenó sacerdote el 10 de agosto de 1910. Llegó al Convento de San Giovanni Rotondo en 1916 y vivió allí hasta su muerte. Dos años más tarde, el 20 de septiembre de 1918, recibió los estigmas y los llevó por 50 años. El 23 de septiembre de 1968, fue llamado a la casa del Padre y ha sido beatificado por el entonces Papa Juan Pablo II el 2 de mayo de 1999. Finalmente fue canonizado por el Beato Juan Pablo II el 16 de junio del 2002.

Solía decir: "Solo quiero ser un fraile que reza....()...reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración...()...La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios. Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón..."

El Padre Pío fue uno de los más grandes místicos de nuestro tiempo; sin haber salido jamás de su convento, amado en todo el mundo. Nos enseñó a vivir un amor radical al corazón de Jesús y a su Iglesia. Su vida era oración, sacrificio y pobreza. Alcanzó una profunda unión con Dios.

El Padre Pío pasaba hasta 16 horas diarias en el confesionario. Algunos debían esperar dos semanas para lograr confesarse con él, porque el Señor les hacía ver por medio de este sencillo sacerdote la verdad del evangelio. Su vida se centraba en torno a la Eucaristía. Sus misas conmovían a los fieles por su profunda devoción. Poseía una ferviente devoción por la Virgen María.

El Señor lo dotó de dones extraordinarios para el bien de las almas. Su don de discernimiento era extraordinario, tenía la capacidad de leer los corazones y las conciencias de quienes se acercaban a él. También tuvo el don de profecía y pudo anunciar eventos del futuro. Gozó del don de curación y, por el poder de su oración, se verificaron curas milagrosas. Asimismo fue bien conocido su don de bilocación, es decir, el de haber estado en dos lugares al mismo tiempo. Finalmente, la sangre de sus estigmas tenía fragancia de flores, lo cual era un signo claro de su santidad.

Al Convento de San Giovanni Rotondo, llegaban a verle multitud de peregrinos y además recibía muchas cartas pidiendo oración y consejo. Los médicos que observaron los estigmas del Padre Pío, a pesar de sus insistentes y agresivos estudios científicos, no pudieron hacer cicatrizar sus llagas ni dar explicación de ellas. Calcularon que perdía una copa de sangre diaria, pero sus llagas nunca se infectaron. El Padre Pío decía que eran un regalo de Dios y una oportunidad para luchar por ser más y más como Jesucristo Crucificado.

La ceremonia de su beatificación fue la de mayor asistencia en la historia de la Iglesia. La plaza de San Pedro y sus alrededores no pudieron contener la multitud que asistió a su beatificación. El Padre Pío es un poderoso intercesor. Aún hoy día, sus milagros se siguen multiplicando por el mundo entero.

Estos son algunos pensamientos del Santo Padre Pio. Y estas son algunas de sus mejores anécdotas.

Les dejo aquí otra versión, muy fiel, de la vida de San Pío de Pietralcina, filmada por la RAI en el año 2000, bajo el asesoramiento de la Orden de los Frailes Menores Capuchinos.

Primera Parte:



Segunda Parte:



El Padre Pio de Pietralcina


Hoy se entronizó en la Parroquia de Nuestra Señora de la Consolación (OAR) de la Ciudad de Buenos Aires, una imagen del Santo Padre Pio de Pietralcina traída desde Roma.
En palabras del Beato Juan Pablo II, el Padre Pío fue -en el pasado siglo XX-, la imagen del Cristo Doliente y Resucitado.

Como introducción a la película que refleja su vida, nada mejor y más preciso que las palabras que el entonces Papa y ahora Beato Juan Pablo II, pronunció el 16 de junio de 2002, día de la canonización del Padre Pio, para describir a este gran santo que el Señor nos regaló:

"El padre Pío ha sido generoso dispensador de la misericordia divina, ofreciendo su disponibilidad a todos, a través de la acogida, la dirección espiritual, y especialmente a través de la administración del sacramento de la Penitencia. El ministerio del confesionario, que constituye uno de los rasgos característicos de su apostolado, atraía innumerables muchedumbres de fieles al Convento de San Giovanni Rotondo. Incluso cuando el singular confesor trataba a los peregrinos con aparente dureza, éstos, una vez tomada conciencia de la gravedad del pecado, y sinceramente arrepentidos, casi siempre regresaban para recibir el abrazo pacificador del perdón sacramental.
Que su ejemplo anime a los sacerdotes a cumplir con alegría y asiduidad este ministerio, tan importante hoy, como he querido confirmar en la Carta a los Sacerdotes con motivo del pasado Jueves Santo".
Homilía de Juan Pablo II en la canonización del Padre Pío
CIUDAD DEL VATICANO, 16 junio 2002

Les dejo aquí una reseña completa de su vida, como también de las homilías que el Beato Juan Pablo II pronunció el 2 de mayo de 1999, en ocasión de la beatificación del Padre Pio, y la pronunciada el 16 de junio de 2002, en oportunidad de su canonización.

Padre Pio: 1ra. Parte



Padre Pio: 2da. Parte





Profecías de la Beata Anne Marie Taigi y Santa Faustina Kowalska

El testimonio de la Madre Angélica

El 28 de enero de 1998, durante la primera transmisión por televisión después de su curación milagrosa, ocurrida mientras rezaba el cuarto misterio del Santo Rosario, la Madre Angélica de EWTN, ante una pregunta del público, referida a qué pensaba que iba a ocurrir al entrar en el nuevo milenio, respondió que, en primer lugar, creía que en un futuro próximo, Dios concederá a cada persona que viva una iluminación de la conciencia -ella lo llamó EL GRAN AVISO-, consistente en un momento en el que todo el mundo se ven a sí mismos como Dios los ve.
Dijo que muchos esperan que este seceso ocurra pronto, ya que fue profetizado por la Beata Anne Marie Taigi, Santa Faustina Kowalska y otros.
Se espera que sea el momento global de la verdad para cada persona.



Si te preguntas ¿Qué es el gran Aviso? Aquí tienes una respuesta

Un Encuentro con la Divina Misericordia

 El testimonio de María Vallejo Najera
Como si fuese una promicia de su juicio particular, María Vallejo-Nájera, vio en Medjugorje desfilar ante ella y frente Jesucristo todos sus pecados, sintiendo en el alma el infinito dolor del Sagrado Corazón de Jesús y experimentó la Divina e Infinita Misericordia. El resultado de esta experiencia espiritual profunda fue la inmediata conversión de María y adoptó un estilo de vida cristocéntrico, eucarístico y mariano. Desde entonces, su experiencia de Dios, con Jesucristo Misericordioso, es la única razón de ser de su vida.
María es la tercera hija del prestigioso psiquiatra y escritor español, Don Juan Antonio Vallejo-Nájera.
Antes de su experiencia, escribió un libro secular y ateo, donde se ridiculizaba a la Iglesia y a los sacerdotes. Después de su experiencia con la Misericordia Divina, retiró de los estantes el libro a fin de editarlo para cambiar todo su sentido.

Este es su testimonio:





sábado, 26 de mayo de 2012

La vida del Papa Juan Pablo I

La Sonrisa de Dios: La vida del Papa de la sonrisa en una espectacular producción de la RAI.

Desafortunadamente no exite todavía una versión con subtítulos en español, pero -afortunadamente- el italiano que se habla es muy claro y accesible para quienes solo hablamos español. Aún cuando se pueda perder alguna palabra, las imágenes y la actuación de los protagonistas es de tal elocuencia que, muchas veces, las palabras no son necesarias. La actuación de Neri Marcorè en el papel de Albino Luciani es remarcable.

La película se puede ver con distinta resolución. Para verla full screen, les recomiendo hacer click en la ruedita que está en la parte inferior izquierda de la pantalla y elegir la resolución 480p.

Aquí la primera parte:



Esta es la segunda parte:



Para quienes no puedan entender el italiano, afortunadamente ahora, he enconctrado una versión de la película de Juan Pablo I hablada en español, mas carece de alta calidad.

1ra. Parte



2da. Parte



Babel y Pentecostés: La Ciudad del hombre y la Ciudad de Dios

Pentecostés, fiesta grande para la Iglesia
Con el Espíritu Santo entramos en el mundo del amor. Gracias al Espíritu Santo cada bautizado es transformado en lo más profundo de su corazón.
 
Pentecostés, fiesta grande para la Iglesia
Pentecostés, fiesta grande para la Iglesia
Pentecostés fue un día único en la historia humana.

En la Creación del mundo, el Espíritu cubría las aguas, “trabajaba” para suscitar la vida.

En la historia del hombre, el Espíritu preparaba y enviaba mensajeros, patriarcas, profetas, hombres justos, que indicaban el camino de la justicia, de la verdad, de la belleza, del bien.

En la plenitud de los tiempos, el Espíritu descendió sobre la Virgen María, y el Verbo se hizo Hombre.

En el inicio de su vida pública, el Espíritu se manifestó sobre Cristo en el Jordán, y nos indicó ya presente al Mesías.

Ese Espíritu descendió sobre los creyentes la mañana de Pentecostés. Mientras estaban reunidos en oración, junto a la Madre de Jesús, la Promesa, el Abogado, el que Jesús prometió a sus discípulos en la Última Cena, irrumpió y se posó sobre cada uno de los discípulos en forma de lenguas de fuego (cf. Hch 2,1-13).

Desde ese momento empieza a existir la Iglesia. Por eso es fiesta grande, es nuestro “cumpleaños”.

Lo explicaba san Ireneo (siglo II) con estas hermosas palabras: “Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia, y el Espíritu es la verdad; alejarse de la Iglesia significa rechazar al Espíritu (...) excluirse de la vida” (Adversus haereses III,24,1).

Con el Espíritu Santo tenemos el espíritu de Jesús y entramos en el mundo del amor. Gracias al Espíritu Santo cada bautizado es transformado en lo más profundo de su corazón, es enriquecido con una fuerza especial en el sacramento de la Confirmación, empieza a formar parte del mundo de Dios.

Benedicto XVI explicaba cómo en Pentecostés ocurrió algo totalmente opuesto a lo que había sucedido en Babel (Gen 11,1-9). En aquel oscuro momento del pasado, el egoísmo humano buscó caminos para llegar al cielo y cayó en divisiones profundas, en anarquías y odios. El día de Pentecostés fue, precisamente, lo contrario.

“El orgullo y el egoísmo del hombre siempre crean divisiones, levantan muros de indiferencia, de odio y de violencia. El Espíritu Santo, por el contrario, capacita a los corazones para comprender las lenguas de todos, porque reconstruye el puente de la auténtica comunicación entre la tierra y el cielo. El Espíritu Santo es el Amor” (Benedicto XVI, homilía del 4 de junio de 2006).

Por eso mismo Pentecostés es el día que confirma la vocación misionera de la Iglesia: los Apóstoles empiezan a predicar, a difundir la gran noticia, el Evangelio, que invita a la salvación a los hombres de todos los pueblos y de todas las épocas de la historia, desde el perdón de los pecados y desde la vida profunda de Dios en los corazones.

Pentecostés es fiesta grande para la Iglesia. Y es una llamada a abrir los corazones ante las muchas inspiraciones y luces que el Espíritu Santo no deja de susurrar, de gritar. Porque es Dios, porque es Amor, nos enseña a perdonar, a amar, a difundir el amor.

Podemos hacer nuestra la oración que compuso el Cardenal Jean Verdier (1864-1940) para pedir, sencillamente, luz y ayuda al Espíritu Santo en las mil situaciones de la vida ordinaria, o en aquellos momentos más especiales que podamos atravesar en nuestro caminar hacia el encuentro eterno con el Padre de las misericordias.

“Oh Espíritu Santo,
Amor del Padre, y del Hijo:

Inspírame siempre
lo que debo pensar,
lo que debo decir,
cómo debo decirlo,
lo que debo callar,
cómo debo actuar,
lo que debo hacer,
para gloria de Dios,
bien de las almas
y mi propia santificación.

Espíritu Santo,
dame agudeza para entender,
capacidad para retener,
método y facultad para aprender,
sutileza para interpretar,
gracia y eficacia para hablar.

Dame acierto al empezar,
dirección al progresar
y perfección al acabar.
Amén”

Oración para pedir los dones y frutos del Espíritu Santo.

AUDIO: Meditación

Cómo Prepararnos para Pentecostés

Las Vísperas de Pentecostés

La gloria de la Trinidad en Pentecostés


Catequesis del Beato Juan Pablo II
Audiencia General del Miércoles 31 de mayo de 2000 


La gloria de la Trinidad en Pentecostés
La gloria de la Trinidad en Pentecostés

1. El Pentecostés cristiano, celebración de la efusión del Espíritu Santo, presenta varios aspectos en los escritos neotestamentarios. Comenzaremos con el que nos delinea el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que acabamos de escuchar. Es el más inmediato en la mente de todos, en la historia del arte e incluso en la liturgia.


San Lucas, en su segunda obra, sitúa el don del Espíritu dentro de una teofanía, es decir, de una revelación divina solemne, que en sus símbolos remite a la experiencia de Israel en el Sinaí (cf. Ex 19). El fragor, el viento impetuoso, el fuego que evoca el fulgor, exaltan la trascendencia divina. En realidad, es el Padre quien da el Espíritu a través de la intervención de Cristo glorificado. Lo dice san Pedro en su discurso: "Jesús, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y lo ha derramado, como vosotros veis y oís" (Hch 2, 33). En Pentecostés, como enseña el Catecismo de la Iglesia católica, el Espíritu Santo "se manifiesta, da y comunica como Persona divina (...). En este día se revela plenamente la santísima Trinidad" (nn. 731-732).


2. En efecto, toda la Trinidad está implicada en la irrupción del Espíritu Santo, derramado sobre la primera comunidad y sobre la Iglesia de todos los tiempos como sello de la nueva Alianza anunciada por los profetas (cf. Jr 31, 31-34; Ez 36, 24-27), como confirmación del testimonio y como fuente de unidad en la pluralidad. Con la fuerza del Espíritu Santo, los Apóstoles anuncian al Resucitado, y todos los creyentes, en la diversidad de sus lenguas y, por tanto, de sus culturas y vicisitudes históricas, profesan la única fe en el Señor, "anunciando las maravillas de Dios" (Hch 2, 11).


Es significativo constatar que un comentario judío al Éxodo, refiriéndose al capítulo 10 del Génesis, en el que se traza un mapa de las setenta naciones que, según se creía, constituían la humanidad entera, las remite al Sinaí para escuchar la palabra de Dios: "En el Sinaí la voz del Señor se dividió en setenta lenguas, para que todas las naciones pudieran comprender" (Éxodo Rabba", 5, 9). Así, también en el Pentecostés que relata san Lucas, la palabra de Dios, mediante los Apóstoles, se dirige a la humanidad para anunciar a todas las naciones, en su diversidad, "las maravillas de Dios" (Hch 2, 11).


3. Sin embargo, en el Nuevo Testamento hay otro relato que podríamos llamar el Pentecostés de san Juan. En efecto, en el cuarto evangelio la efusión del Espíritu Santo se sitúa en la tarde misma de Pascua y se halla íntimamente vinculada a la Resurrección. Se lee en san Juan: "Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con vosotros". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: "La paz esté con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío". Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos"" (Jn 20, 19-23).


También en este relato de san Juan resplandece la gloria de la Trinidad: de Cristo resucitado, que se manifiesta en su cuerpo glorioso; del Padre, que está en la fuente de la misión apostólica; y del Espíritu Santo, derramado como don de paz. Así se cumple la promesa hecha por Cristo, dentro de esas mismas paredes, en los discursos de despedida a los discípulos: "El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Jn 14, 26). La presencia del Espíritu en la Iglesia está destinada al perdón de los pecados, al recuerdo y a la realización del Evangelio en la vida, en la actuación cada vez más profunda de la unidad en el amor.


El acto simbólico de soplar quiere evocar el acto del Creador que, después de modelar el cuerpo del hombre con polvo del suelo, "insufló en sus narices un aliento de vida" (Gn 2, 7). Cristo resucitado comunica otro soplo de vida, "el Espíritu Santo". La redención es una nueva creación, obra divina en la que la Iglesia está llamada a colaborar mediante el ministerio de la reconciliación.


4. El apóstol san Pablo no nos ofrece un relato directo de la efusión del Espíritu, pero cita sus frutos con tal intensidad que se podría hablar de un Pentecostés paulino, también presentado en una perspectiva trinitaria. Según dos pasajes paralelos de las cartas a los Gálatas y a los Romanos, el Espíritu es el don del Padre, que nos transforma en hijos adoptivos, haciéndonos partícipes de la vida misma de la familia divina. Por eso afirma san Pablo: "No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo" (Rm 8, 15-17; cf. Ga 4, 6-7).


Con el Espíritu Santo en el corazón podemos dirigirnos a Dios con el nombre familiar abbá, que Jesús mismo usaba con respecto a su Padre celestial (cf. Mc 14, 36). Como él, debemos caminar según el Espíritu en la libertad interior profunda: "El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Ga 5, 22-23).


Concluyamos esta contemplación de la Trinidad en Pentecostés con una invocación de la liturgia de Oriente: "Venid, pueblos, adoremos a la Divinidad en tres personas: el Padre, en el Hijo, con el Espíritu Santo. Porque el Padre, desde toda la eternidad, engendra un Hijo coeterno que reina con él, y el Espíritu Santo está en el Padre, es glorificado con el Hijo, potencia única, sustancia única, divinidad única... ¡Gloria a ti, Trinidad santa!"

domingo, 20 de mayo de 2012

SANTA RITA DE CASIA: Una Historia Conmovedora

Santa Rita de Casia nació en 1381 en Casia, pequeño pueblito de montaña en los Apeninos de Italia. En su vida pasó por los cuatro estados: Casada, madre, viuda y -luego- religiosa agustina. Todos los vivió virtuosamente y en grado de perfección. Falleció el 22 de mayo del año 1457 en el convento agustino de Casia.

Fue una gran luchadora en la vida. Sus armas fueron la paciencia, la caridad y el perdón.

Se la conoce como la santa de las causas difíciles (también imposibles) y en su fiesta, en la orden de los agustinos recoletos, se bendicen las rosas ya que el nacimiento de una rosa en invierno y en medio de la nieve fue el milagro que realizó en el mismo momento de partir a la casa del Padre.

Les recomiendo leer la biografía de Santa Rita y para despertar su interés les dejo aquí una breve historia de su vida

También, para conocer mejor a esta santa -cuyo modelo de vida es siempre actual-, les dejo aquí la película completa (3:24:05 con audio en italiano con subtítulos en español)

Describe toda la vida de la santa y fue brillantemente filmada por la RAI. ¡Qué la disfruten!



Para quienes no tengan velocidad de HD, esta es una versión en definición normal(320 x 240) con audio en español

PARTE 1


PARTE 2


PARTE 3



Quienes prefieran ver la película en el idioma original (italiano) en youtube (se ve en fragmentos de 10 minuts cada uno) esta es la lista de reproducción 


miércoles, 16 de mayo de 2012

Preparándonos para Pentecostés


El pasaje del Evangelio que se lee hoy, miércoles 16 de mayo de 2012, está contenido en los versículos 12 a 15, del capítulo 16  de San Juan. Se trata de una lectura breve mas, como todo lo escrito por San Juan, tiene una gran densidad teológica. Dice el Señor:
(12) Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
(13) Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
(14) El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
(15) Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'.

San Simeón, conocido como el Nuevo Teólogo, fue un monje griego que vivió en el siglo X y es santo de la Iglesia Ortodoxa. En relación este pasaje del Evangelio, Simeón tiene escrita una catequesis cuyo título es, precisamente, el versículo 13 del capítulo 16 de San Juan: "Cuando venga, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena"

La "llave del conocimiento"(Lc 11,52) no es otra cosa que la gracia del Espíritu Santo.  Se da por la fe. 
Por la iluminación, produce realmente el conocimiento y hasta el conocimiento pleno. Despierta nuestro espíritu encerrado y oscurecido, a menudo con parábolas y símbolos, pero también con afirmaciones más claras... hechas atención en el sentido espiritual de la palabra. Si la llave no es buena, la puerta no se abre. Porque, dice el Buen Pastor, " es a él a quien el portero abre " (Jn 10,3). Pero si la puerta no se abre, nadie entra en la casa del Padre, porque Cristo dijo: "Nadie va al Padre sin pasar por mí" (Jn 14,6).
Por tanto, es el Espíritu Santo, el primero, que despierta nuestro espíritu y nos enseña lo que concierne al Padre y el Hijo. Cristo nos dice esto también: 
"Cuando venga, él, el Espíritu de la verdad que procede del Padre, dará testimonio en mi favor, y os guiará hacia la verdad plena" (Jn 15,26; 16,13). 
Ved cómo, por el Espíritu o más bien en el Espíritu, el Padre y el Hijo se dan a conocer, inseparablemente...
Si se llama llave al Espíritu Santo, es porque, por él y en él primero, tenemos el espíritu iluminado. Una vez purificados, somos iluminados por la luz del conocimiento. Somos bautizados desde lo alto, recibimos un nuevo nacimiento y llegamos a ser hijos de Dios, como dice san Pablo: "El Espíritu Santo clama por nosotros con gemidos inefables" (Rm 8,26). Y todavía más: "Dios derramó su Espíritu en nuestros corazones que grita: ' Abba, Padre'" (Ga 4,6). 
Es pues él quien nos muestra la puerta, puerta que es luz, y la puerta nos enseña que, aquel que habita en la casa ,es él también luz inaccesible.
Catequesis, 33; SC 113 


Ya próximos a festejar Pentecostés, es saludable prepararse espiritualmente para suplicar y esperar la venida del Espíritu Santo a la Iglesia y a cada uno de los bautizados. Una vieja y piadosa tradición de la Iglesia, recomienda rezar la oración de Simeón el Nuevo Teólogo al Espíritu Santo:

Ven, luz verdadera. 
Ven, vida eterna. 
Ven, misterio oculto. 
Ven, tesoro sin nombre. 
Ven, realidad inefable. 
Ven, Persona inconcebible. 
Ven, felicidad sin fin. 
Ven, luz sin ocaso. 
Ven, espera infalible de todos los que deben ser salvados. 
Ven, despertar de los que están acostados. 
Ven, resurrección de los muertos. 
Ven, oh poderoso, que haces siempre todo y rehaces y transformas por tu solo poder. 
Ven, oh invisible y totalmente intangible e impalpable. 
Ven, tú que siempre permaneces inmóvil y a cada instante te mueves todo entero y vienes a nosotros, tumbados en los infiernos, oh tú, por encima de todos los cielos. 
Ven, oh Nombre bien amado y respetado por doquier, del cual expresar el ser o conocer la naturaleza permanece prohibido. 
Ven, gozo eterno.

Ven, corona imperecedera. 
Ven, púrpura del gran rey nuestro Dios. 
Ven, cintura cristalina y centelleante de joyas. 
Ven, sandalia inaccesible. 
Ven, púrpura real. 
Ven, derecha verdaderamente soberana. 
Ven, tú que has deseado y deseas mi alma miserable. 
Ven tú, el Solo, al solo, ya que tú quieres que esté solo. 
Ven, tú que me has separado de todo y me has hecho solitario en este mundo. 
Ven, tú convertido en ti mismo en mi deseo, que has hecho que te deseara, tú, el absolutamente inaccesible.
Ven, mi soplo y mi vida. 
Ven, consuelo de mi pobre alma. 
Ven, mi gozo, mi gloria, mis delicias sin fin”[1].

Otra oración muy recomendable que, primero fue atribuida a San Agustín y, luego, a Juan de Fécamp, del año 1060 y reza así:

Ven, pues; ven, oh consolador buenísimo del alma que sufre… 
Ven, tú que purificas las manchas, tú que curas las heridas. 
Ven, fuerza de los débiles, vencedor de los orgullosos. 
Ven, oh tierno padre de los huérfanos… 
Ven, esperanza de los pobres… 
Ven, estrella de los navegantes, puerto de los que naufragan. 
Ven, oh gloriosa insignia de los que viven. 
Ven, tú el más santo de los Espíritus, ven y ten compasión de mí. Hazme conforme a ti…”[2].

Finalmente, se conoce otra oración al Espíritu Santo que se dice que es de autor anónimo y yo prefiero decir que es de un autor, ...que ha querido permanecer en el anonimato para que luzca el verdadero autor, que no es otro que el Espíritu Santo y que reza así:

Ven, Espíritu de Dios, tú que sobrevolaste en el Jordán, y sobrevuelas el altar, convirtiendo las ofrendas; 
Ven, Santo Espíritu divino, luz resplandeciente, brillo eternal, esplendor inenarrable de majestad; 
Ven, Amor Increado, por quien el amor verdadero es verdadero amor; 
Ven, tú que enciendes los corazones en el fuego del Amor divino; 
Ven, oh Amor llameante, que flameas comunicando tu ardor al Sagrado Corazón; 
Ven, tú, que te derramas en la Sangre del Corazón traspasado y te donas en el cáliz del Nuevo Vino; 
Ven, Santidad Increada; 
Ven, tú, que santificaste el seno virgen de María, y llenaste de luz y de gloria la Humanidad santísima del Verbo; 
Ven, y llénanos de tu santidad, y santifícanos; 
Ven, tú, que eres Bueno, con bondad infinita, quema nuestras maldades en el horno ardiente de tu caridad inmensa; oh Espíritu Purísimo, ven, y abrasa nuestras impurezas, así como el fuego acrisola el oro, y así podremos reflejar tu misma luz; 
Ven, luz inaccesible al ojo creado, e ilumina lo más profundo de nuestro ser, que habita en tinieblas y en sombra de muerte, y así resplandeceremos y viviremos por siempre; 
Ven, Tú, Espíritu inefable, desconocido a las criaturas, ven, y toma posesión de nuestro ser; 
Ven, oh Espíritu Santo, introdúcenos en el Corazón del Hombre-Dios, para así tener acceso al Padre en la eternidad; 
Ven, oh Espíritu Santo, ven.

Notas:
[1] Oración que encabeza los himnos. Cit. Congar, Yves, El Espíritu Santo, Editorial Herder, Barcelona 1991, 317.
[2] En Arsène-Henry, Les plus beaux textes sur le Saint-Esprit, París 1968, 204; cit. Congar, o. c.

martes, 8 de mayo de 2012


La Fe y la experiencia de Dios: Un ilustrativo artículo del Padre Jesuita Horacio Borjorge sobre el "modernismo" religioso.


El modernismo teológico se ha impuesto como si fuera sentido común

Por R.P. Horacio Borjorge SJ


El Modernismo afirmó que la revelación de Dios se da en la experiencia.
Hoy, en algunos ambientes, se oye hablar más de experiencias de Dios y de experiencias de oración que de fe y de creer.

El dibujo de E. J. Pace, tomado del Artículo Modernismo -teología- en Wikipedia, muestra con elocuencia gráfica, cómo descienden los modernistas, por la escalera de sus negaciones, desde la fe cristiana al ateísmo. 

Ellos niegan:
1) La divina inspiración e infalibilidad de las Sgdas. Escrituras,

2) Que el hombre haya sido creado a imagen de Dios,

3) Que pueda haber milagros,

4) El nacimiento virginal de Cristo

5) La divinidad de Cristo,

6) El carácter expiatorio de su muerte,

7) Su resurrección histórica

De esa manera descienden hasta el agnosticismo y al ateísmo.

Y así recaen, dramáticamente, de la condición de hombre nuevo a la de "hombre viejo". Y descienden desde las luces de la fe a las tinieblas del ateísmo.

El Modernismo: Revelación y experiencia interior



El Modernismo afirmó que la revelación de Dios se da en la experiencia interior del hombre. Con esto restó importancia y hasta invalidó la revelación histórica. Pero además, tuvo un efecto incalculablemente grave:
puso la vida religiosa del ser humano en mano de los psicólogos.

En una entrevista a la Nación, concedida a Silvana Premat, el benedictino alemán Anselm Grün dejó escapar, de pasada, la afirmación de que: "La experiencia de Dios se hace a través del cuerpo".

Los ecos de la afirmación han resonado y se siguen repitiendo ampliamente en la red, como podrá comprobar cualquiera usando un buscador. La expresión no llama la atención porque afirme que Dios sea experimentable, sino porque afirma que lo sea a través del cuerpo.

Pero la sola afirmación de la posibilidad de experimentar a Dios, que ya no resulta llamativa, se aparta de la doctrina de la fe católica, según la cual Dios no es experimentable.

A Dios solamente se tiene acceso desde y por la fe. La doctrina revelada y católica dice que "a Dios nadie lo vió jamás" y que fue Jesucristo quien nos lo reveló, de modo que no tenemos acceso a Él sino por la fe en Cristo. De la fe, pueden luego derivar experiencias. O también, la fe puede interpretar hechos que sin ella no sería inteligibles o perceptibles.

Pero, lo que entiende el modernismo, es que Dios se revela en la experiencia interior, psicológica del ser humano.

Ya me he referido en algunas de las primeras entradas de este Blog, al método de Anselm Grün en su interpretación acomodada de las Sagradas Escrituras [Ver las entradas publicadas el 26 y 27 de diciembre del 2008].

He señalado en ellas que ese método reduce el mensaje revelado de las Sagradas Escrituras primero porque lo interpreta en forma acomodada y segundo porque, mediante este sentido no bíblico, lo homologa con afirmaciones de orden psicológico, haciendo así del Evangelio un libro de autoayuda.

La afirmación de Anselm Grün en la entrevista antes citada, no ha llamado la atención de los pastores. Anselm Grün no es su creador. Es un modo de hablar de uso común en los medios eclesiales de hoy, hablar de experiencia de Dios. Es frecuente ver anuncios de retiros espirituales que se ponen como meta lograr una experiencia de Dios. No es de admirar, además, que Anselm Grün use esa expresión, porque él no oculta su dependencia de la doctrina psicológica de Carl Jung, un representante de la visión modernista en psicología. Jung hace de Dios un arquetipo del inconsciente colectivo.

Dios en la experiencia moral. Emanuel Kant

Pero mucho antes de estos fenómenos actuales, el modernismo se mostró discípulo de Emanuel Kant, por la convicción kantiana de que Dios es objeto de la experiencia moral del ser humano. Para Kant la religión verdadera debía ser relegada, reducida a la moral, al encerrarla dentro de los límites de la pura razón. La revelación histórica no tiene, afirma Kant, fuerza de convicción universal como tiene la lógica y su fuerza racional. La revelación histórica, y el Dios que en ella se revela, no puede aspirar a ser una religión universalmente aceptada por todos.

De la apelación de Kant a la universalidad de la razón en asuntos de fe y moral, sobreviene más tarde el recurso de los autores modernistas a la "experiencia humana", universal o compartible, como fuente de la revelación o conocimiento de Dios. Sólo que de la conciencia moral, se pasa a explorar la experiencia religiosa en otros campos de la conciencia. De este modo se ofrecía una alternativa que se cosideraba ventajosa frente a la fe, y que acosejaba dejarla de lado, como algo que divide a los hombres y es causa de desacuerdo. Separa a los creyentes de los demás hombres y no puede ser fundamento de un acuerdo universal sobre la base de una experiencia humana universal.

De esta visión modernista de cuño y origen kantiano fueron derivando en estos cien años muchísimos frutos, efectos y consecuencias. Dado que se presentan en sus formas corrientes de "sentido común instalado" ya no se percibe cuáles son sus orígenes y hacia dónde conducen. Ni es fácil a veces percibir su incompatibilidad de fondo con la fe y la espiritualidad católica.

Sucede, que muchos de estos fenómenos del sentido común modernista, se han extendido tambíén entre los católicos, sin que se advierta cuál es su origen y cuáles sus consecuencias. Tanto más cuanto que la inadvertencia acerca de su naturaleza modernista está extendida a menudo hasta en la misma academia teológica y universitaria católica; en la mente de las clases dirigentes intelectuales del catolicismo.

Esto explica que no se haya percibido la naturaleza modernista de las obras de Anselm Grün y que pastores de almas bien intencionados hayan creído que se trataba de un ensayo valioso de conciliación de la "psicología moderna" con la "espiritualidad cristiana". Sorprendidos en su buena fe, se hicieron difusores del pensamiento de Anselm Grün. Algún sacerdote a quien aprecio mucho reaccionó muy fuertemente contra mí, cuando le comuniqué mis reparos frente a la obra de este autor. Según él, Anselm Grün está prestando un gran servicio al conciliar los conocimientos de la psicología actual con la tradición espiritual eclesial.

Esto muestra hasta qué punto, los principios modernistas, convertidos actualmente en sentido común de fieles y pastores, hacen difícilmente perceptible el carácter modernista de muchas afirmaciones hoy corrientes.

Cuando algo se convierte en cultura, sus principios ingresan en la profundidad de los implícitos y, más aún, en la condición de tabúes intocables y que ya no es posible poner en discusión, sin exponerse a aparecer como un cuestionador del sentido común, que es como decir: un loco.

A eso se agrega, que esos métodos se presentan a menudo con una cierta ambigüedad, que permite a la vez entenderlos de manera ortodoxa por unos y heterodoxa por otros. Precisamente porque los principios de los que derivan quedan implícitos y fuera de discusión.

Cuando el Pastor Bohoeffer dice, por ejemplo "redimidos para lo humano", lo humano puede entenderlo el católico a su manera, a la luz de Cristo, verdadero hombre, y el marxista a la suya a la luz de la ideología del hombre nuevo socialista.

Cuando en catequesis se habla de partir del hecho de vida, se puede entender el método de manera correcta, si en la percepción del hecho de vida ya está implicada la mirada, el juicio y la acción de fe. Y si se ha admitido que el gran hecho de vida es la muerte redentora de Cristo en Cruz.

O puede entenderse de manera que se suponga que el anuncio evangélico y la fe que reclama como respuesta, son tan difíciles, que solamente pueden tener lugar si previamente se les ha preparado el terreno con la "revelación" que tiene lugar en la experiencia interior del hombre, para que lo humano haga aceptable lo revelado y propuesto a la fe.

De manera semejante, resulta ambiguo el método del "ver, juzgar y actuar" íntimamente relacionado con el método catequístico que propone algo dogmáticamente que se ha de partir del "hecho de vida", es decir "de la experiencia" humana común, (en cuya génesis puede suponerse sin problema que la fe todavía no interviene) para llegar, por fin a la fe, según algunos lo entienden, o para llegar a la "iluminación del hecho" por la Palabra, que muchas veces funciona como una iluminación de la Palabra por el hecho de vida.

Esto sucede por lo tanto muchas veces en el supuesto, al parecer, de que la fe no ha logrado previamente determinar el ver, de que no sería capaz de hacerlo, por lo que el ver tiene que terminar fundando la racionabilidad o aceptabilidad de la fe.

En ocasión de aproximarse la Conferencia de Aparecida, volvían a oírse voces partidarias de mantener y de volver al método del ver, juzgar y actuar. La Conferencia lo hizo, pero dejando bien claro en su número 19 que: "Este método implica contemplar a Dios con los ojos de la fe a través de su Palabra revelada y el contacto vivificante con los Sacramentos, a fin de que en la vida cotidiana, veamos la realidad que nos circunda a la luz de su providencia, la juzguemos según Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, y actuemos desde la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo y Sacramento Universal de Salvación, en la propagación del Reino de Dios, que se siembra en la tierra y que fructifica plenamente en el Cielo".Ya que, como afirmaba el Papa Benedicto 16 en su discurso inaugural de la Conferencia, el 13 de Mayo de 2007: "Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de realidad".

Nada impide pues emplear el método como enseñan a emplarlo el Papa y los obispos en Aparecida: purificado de ambigüedades dañosas, que puedieron hacerlo funcionar en la perspectiva modernista y no en la católica.

Esto quiere decir: interpretando y explicitando claramente el pleno acuerdo con el método, pero urgiendo que:

1) El ver del que se trata y se trate, sea el ver de la fe, y no un ver previo, que luego va a preguntarle a la fe, por su juicio y su acción, sino que ya desde que ve, ve con fe. El Vaticano primero ya ponía en guardia contra un poner de lado la fe provisoriamente por principio metódico (Denzinger 1815, Dz Schönmetzer: 3036)

2) Que el juicio sea el juicio creyente, de quien ha mirado con fe, sin ponerla de lado en el momento del ver, y por lo tanto entiende y juzga con fe y desde la fe, libre de complicidades con juicios mundanos o de contaminaciones con miras humanas

3) Que la acción sea la vida cristiana, la caridad y la misericordia, pero también la parresía cristiana dispuesta a la confesión, a la prisión y al martirio.

De lo contrario se llega, como muestra la experiencia pasada, por el camino del experiencialismo modernista, a una mirada o un ver, que es el ver de las ciencia humanas construidas a partir de una antropología ajena a la fe (una psicología, una sociología, una economía, una ciencia política, que ignoran el pecado original, que ignoran la existencia de la envidia, de la acedia, del impulso irracional de las pasiones); que juzga de acuerdo a esa mirada glaucomiosa sobre lo humano y que actúa en consecuencia y ¡con qué consecuencias!.

Nos encontramos así, al final de este recorrido desde la pretensión modernista de la revelación de Dios en el alma del hombre, en el drama que señala Benedicto XVI en su discurso en Ratisbona.

Quiero por fin, señalar, que la visión psicológica de Jung según la cual Dios se revela en el alma del hombre casi como una estructura (simplifico forzosamente pero por ahí va) es una concreción del principio modernista de la revelación interior. Es clara la impronta de este pensamiento en el de los discípulos de Jung, entre los que se encuentra Anselm Grün.

Sin embargo no se ha percibido en muchos medios católicos a qué conduce esta visión junguiana que se difunde a través de las obras de Anselm Grün. Por eso me ha parecido urgente avisar que el hoy tan difundido magisterio espiritual del benedictino alemán Anselm Grün, tributario de Jung y Drewermann, navega en la corriente modernista. Y cunde produciendo desviaciones muy dañinas, por lo parecidas al recto camino de la fe y la espiritualidad católica. De hecho, como me decía un amigo obispo, Anselm Grün, siguiendo a Jung, termina leyendo el evangelio como un librito de auto ayuda.

Lejos de ser conciliables con la fe y la sana espiritualidad católica, como algunos suponen, desvían el alma de los fieles católica por los trillos del modernismo y de una falsa ciencia psicológica, vulgarizados y convertidos en sentido común de la cultura dominante.

Me parece que es necesario seguir avisando que el modernismo es un tema que exige atención, porque está candente. Y cuáles son algunos de los más torrentosos canales por donde se derrama hoy en los medios católicos más ávidos de oración y espiritualidad.

Fuente Blog del R.P. Horacio Borjorge, SJ : TOMA Y LEE - SAGRADAS ESCRITURAS