sábado, 8 de marzo de 2014

AZAR, EVOLUCIÓN O DISEÑO INTELIGENTE

LOS GRANDES DESCUBRIMIENTOS, LAS LEYES DE LA NATURALEZA Y SUS COMPORTAMIENTOS.

(Continuación)

Extracto del libro "Para Salvarte"
escrito por el Padre Jorge Loring, S.J.



1,11. La máquina fotográfica fue un descubrimiento transcendental para la cultura de los hombres. Antes, sólo se podía conocer lo que se veía con los propios ojos. Desde que se inventó la fotografía es posible conocer los paisajes, los monumentos, las obras de arte y los grandes personajes del mundo entero sin salir del lugar en que se ha nacido.
El invento de la máquina fotográfica supone una gran inteligencia, y los hombres han tardado muchos años en descubrirla. No se descubrió hasta el siglo pasado.
Sin embargo, mucho antes de que los hombres inventasen la máquina fotográfica -desde el principio de la humanidad- ya estaba inventado el ojo humano, maravillosa máquina fotográfica, que saca diez fotos por segundo, no es necesario pasar el carrete y además se enfoca sola gracias a la maravillosa constitución del cristalino. El inventar el ojo supone todavía más inteligencia que el inventar la máquina fotográfica.
El Catedrático de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Clermont-Ferrand y de la de París, y Presidente de la Academia de Ciencias de Francia en 1967, el Dr. Pierre-Paul Grassé, demuestra en un documentado estudio que el ojo no puede ser el resultado del azar, sino fruto de una inteligencia ordenadora[67] .

«El corazón late unas setenta veces por minuto. A lo largo de una vida lo ha hecho unas tres o cuatro mil millones de veces. Por cada contracción aspira y riega un decilitro de sangre, lo que supone 18.000 litros al día, cuatro millones de litros al año, y 250 millones de litros en una vida de setenta años»[68].
¿Qué máquina hecha por el hombre puede hacer esto, sin mantenimiento ni recambios?

La hoja verde es una fábrica de oxígeno. Con la luz del Sol la función clorofílica de las plantas transforma el anhídrido carbónico que exhalamos al respirar en oxígeno.
Unos científicos de la Universidad de Sevilla han logrado repetir el en laboratorio lo que hacen las plantas.

El ejército norteamericano ha conseguido una seda muy resistente para el tejido de los soldados fabricando una fibra de tela de araña sintética[69].

La célula es una fábrica de productos químicos.
La cadena del ADN es el manual de instrucciones para fabricar estos productos cuando los necesita. Este manual está escrito solamente con cuatro letras (C,G,A,T) que representan cuatro bases diferentes. Las distintas combinaciones de estas bases forman los genes. Cada gen es un trozo del ADN[70] .

Uno de los grandes adelantos de la aviación moderna es el piloto automático con el cual un avión puede volar sin ningún hombre que lleve los mandos.
Pero los hombres no han inventado todavía ni inventarán jamás, un avión que no sólo vuele sin piloto, sino que además se busque él solo la gasolina, se haga él solo el hangar y, lo que es más, fabrique él solo otros aviones como él, que a su vez hacen otros aviones, y así indefinidamente.
Este avión maravilloso que nos parece imposible que se invente jamás, existe desde tiempos remotísimos: son los pájaros.
El pájaro es un avión que vuela solo, se busca él solo la gasolina (alimento), se hace él solo el hangar (nido), unas veces con ramajes y otras con cemento (nido de golondrinas).
¿Y cómo se fabrica este avión?
¡Con sólo calentar un huevo!
Con poner un huevo de gallina a cuarenta grados centígrados de temperatura, durante veintiún días, sale un pollito saltando y piando.
En el huevo frito que te ponen delante en la mesa, ¿me quieres decir dónde está el pico, los ojos, las plumas?
¿Cómo se forma todo esto en el pollito?
Con sólo calentar el huevo un poco.
¡Qué invento tan maravilloso es el del huevo!
¡Qué inteligencia tan grande supone inventar el huevo!
En el huevo, lo mismo que en la Naturaleza toda, hay leyes que rigen su evolución.
Pero los hombres no saben inventar un huevo artificial que poniéndolo en una incubadora saque un pollito, el cual ponga a su vez otros huevos de los que nazcan nuevos pollitos, y así sucesivamente. El hombre no lo sabe, pero lo sabe Dios que es el inventor de la Naturaleza.

El colibrí sabe volar hacia atrás: se acerca a la flor a chuparle el néctar con su largo pico, y luego retrocede. Nuestros aviones no pueden volar hacia atrás.

En 1966 estuve dando conferencias en la Sociedad Hullera Vasco-Leonesa, y me quedé asombrado al ver allí un ordenador IBM que podía realizar tres mil operaciones por segundo.
Hoy hay ordenadores que pueden realizar veintidós millones de operaciones por segundo[71]. Recientemente la IBM ha presentado el ordenador más rápido y potente del mundo: el Pacific Blue, capaz de calcular tres trillones de operaciones por segundo[72].

Pero la calculadora no tiene inteligencia. La inteligencia está en el que la inventó.
Aunque parece una máquina inteligente, sin embargo, no progresa por sí misma, no es consciente de sus propios actos.
La máquina no sabe lo que hace, ni por qué debe hacerlo así, y no de otra manera.
La máquina sólo puede resolver mecánicamente el tipo de problemas para los que la ha preparado de antemano un ser inteligente[73] .
 «Ninguna máquina es capaz de plantearse problemas que no le hayan sido previamente planteados»[74] .

El robot no puede programarse a sí mismo[75] .
Dice D. Salvador de Madariaga: «La máquina es un pensamiento cristalizado; jamás se vio una máquina que no fuera consecuencia de un pensamiento»[76] .

La máquina no piensa por sí misma, no fabrica ninguna información nueva, es incapaz de un pensamiento creador, se limita a ejecutar el programa que ha recibido.
El pensamiento creador y la iniciativa pensante está en el hombre[77] .
«Una máquina muy perfeccionada podría hacer muchas cosas, pero nunca podrá sustituir al hombre»[78] .

El cerebro tiene catorce mil millones de neuronas.
En el organismo humano hay alrededor de sesenta billones de células.
Todas estas células evolucionan según un plan determinado[79] .

De la fusión de dos células (el espermatozoide y el óvulo) proceden los cien  billones de células que forman el ser humano. Y las especializaciones de cada célula (muscular, adiposa, cardíaca, hepática, renal, etc) es superior a todas las especializaciones creadas por el hombre en profesiones, técnicas, artes y oficios[80] .
Estas células tienen un sistema inmunitario para defenderse de los enemigos exteriores: son los fagocitos (leucocitos = glóbulos blancos), que detectan al enemigo, lo analizan, lo identifican, y organizan su destrucción[81]

«Una máquina electrónica abarca una serie de acciones planificadas.
»La señal de comienzo de una acción depende de los resultados de la acción precedente.
»Los animales “funcionan” de acuerdo con líneas similares.
»En respuesta a un estímulo condicionado ejecutan un movimiento reflejo (...)
Las máquinas electrónicas operan de acuerdo con programas estrictos y detallados, de los cuales no pueden desviarse ni un ápice.
Una máquina lo único que puede hacer es ejecutar su propio programa.
No introduce en el proceso ningún elemento creativo»[82] .

Hoy se habla impropiamente de inteligencia artificial. D. Ramón López de Mántaras, doctor en Físicas, Profesor de Investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y Premio al Mejor Trabajo Europeo de Inteligencia Artificial, reconoce que «no es posible fabricar máquinas realmente inteligentes. Por eso habría que cambiar la expresión de “inteligencia artificial»[83] .

1,12. Los animales se mueven por instintos.
El instinto hace que el pajarillo busque palitos para hacer su nido, y que el orangután coja un palo para alcanzar la fruta del árbol.
Y estos instintos se trasmiten por generación a sus descendientes.

Los animales tienen instintos maravillosos.
Según las investigaciones del Dr. Walter Frese, del Instituto Max Planck, las palomas mensajeras se orientan en sus vuelos gracias a una especie de brújula biomagnética que tienen[84] .
Los tiburones se orientan durante las migraciones sirviéndose del campo magnético terrestre[85] .
Las abejas utilizan para orientarse la polarización de la luz y ven el ultravioleta[86]  
Los elefantes se comunican por infrasonidos. Los investigadores americanos Payne y Poole han logrado identificar más de treinta modulaciones diferentes entre las comunicaciones entre elefantes[87] .
La serpiente de cascabel posee un magnífico detector de rayos infrarrojos de exquisita sensibilidad para advertir la presencia de su presa en la oscuridad[88] .
Hay mariposas que ven con rayos ultravioleta, como nuestros científicos modernos.
Los delfines localizan los obstáculos sumergidos en el agua por medio de una sonda acústica como los barcos modernos[89].
Según los investigadores Ott y Schaeffel el ojo del camaleón le permite medir con precisión la distancia de su presa, como un moderno aparato de telemetría[90]
Recientemente, la empresa norteamericana, AIR TASER, de Arizona, ha difundido una pistola eléctrica, de defensa personal, que deja electrocutado temporalmente al agresor. Esto es lo que hace el pez «Raya eléctrica del Pacífico», que para cazar a su presa le lanza una descarga eléctrica de 220 voltios y 20 amperios. Este pez habita en las aguas de la Baja California, y fue clasificado por Ayres  en 1855[91].
Un murciélago sin ojos vuela sin tropezar en una habitación cruzada por cables en todas direcciones. ¿Cómo se guía? El murciélago no lo sabe, pues no tiene inteligencia; pero lo sabe Dios que es quien ha hecho el murciélago y le ha dotado de una especie de radar que emite ondas ultrasonoras, según los estudios de los norteamericanos Griffin y Galambos[92] . ¡Qué inteligencia tan grande tiene el inventor de la Naturaleza!

1,13. Toda la Naturaleza está llena de maravillas:
Las golondrinas en sus migraciones recorren al año quince mil kilómetros.
Las ocas rebasan el Himalaya a seis mil metros de altura.
Las arañas producen al mes tres kilómetros de hilo.
La mariposa tiene veinte mil ojos.
La abeja reina pone tres mil huevos al día.
La malva produce al año veinticinco millones de peces.

Dios es más maravilloso en lo pequeño que en lo grande.
En 1989, con  ocasión  de un trabajo de investigación que estaba haciendo un equipo de ingenieros sobre el Sudario de Oviedo, para confirmar la autenticidad de la Sábana Santa de Turín, estuve en el Laboratorio de Investigación de Hidroeléctrica Española, donde trabajan estos ingenieros. Allí pude contemplar en un microscopio electrónico de barrido (scaner), (que puede llegar hasta los doscientos mil aumentos), la estructura de un grano de polen, un pelo de mosca, maravillosamente contorneado, el alvéolo de un ojo de mosquito, etc. etc. ¡Algo impresionante!

No sabe uno que admirar más, si las maravillas grandes o las pequeñas.
Si las velocidades de las estrellas, o la rapidez de la mosca moviendo sus alas 480 veces por segundo.
Si el tamaño de los astros, o la maravillosa constitución del átomo compuesto de electrones, protones, neutrones y demás partículas subatómicas de existencia efímera[93],  en el que los electrones giran alrededor del núcleo, que representa al resto del átomo lo que una pulga a un estadio de fútbol[94].

La complicación del ADN es tan grande que «requiere una inteligencia»[95] .

«El átomo es la porción indivisible de un elemento químico. Si lo dividimos en partículas subatómicas, deja de ser ese elemento químico. (...) Y está prácticamente vacío. Si el núcleo fuera del tamaño de una canica, los electrones estarían a una distancia de un kilómetro»[96]. El núcleo del átomo mide una billonésima de centímetro[97].

«En el seno de los laboratorios de física, y en las profundidades de enormes aceleradores, comenzaron a descubrirse nuevos elementos y partículas, cada vez más pequeñas, hasta llegar a los «quark», que parecen ser verdaderamente los últimos componentes de la naturaleza»[98].

No sabe uno qué admirar más, si la exactitud del movimiento de los astros, o el prodigioso instinto de las abejas para hacer las celditas exagonales de su panal con la perfección con que podría calcularlas el mejor de los ingenieros: la forma exagonal permite la máxima capacidad con el mínimo material, uniendo la resistencia al aprovechamiento del espacio intermedio. Las abejas realizan en sus colmenas un difícil problema de estereometría con más precisión que el célebre matemático König, que al hacer el cálculo se equivocó por una errata en la tabla de logaritmos[99].
Los sapientísimos instintos de los animales, y las leyes todas del Universo están diciendo a voces que han sido hechos por una gran inteligencia.
Precisamente es muy reciente el nacimiento de una nueva ciencia, la Biónica, que se basa en el estudio de los seres vivos para hacer aplicaciones por los ingenieros[100]. El nombre de Biónica es contracción de biología y electrónica.
La Naturaleza ha conseguido cosas de técnica superior a la del hombre. El hombre no ha llegado al vuelo en zig-zag como la mosca, ni a la bioluminiscencia de algunos gusanos y peces de las profundidades abisales que emiten luz de su cuerpo.

1,14. La evolución misma que hoy se estudia en distintos campos de la ciencia, responde a unas leyes que rigen ese proceso evolutivo, y que armonizan todas las evoluciones del Universo.
La razón suficiente de las leyes que rigen esta evolución es la inteligencia de Dios[101] .
Antes se consideraba la Naturaleza actual como obra directa e inmediata de Dios.
Hoy la consideramos más bien como el resultado de unas leyes que Dios ha puesto en la misma Naturaleza, y que han regido la evolución que nos ha llevado a lo que hoy contemplamos.

No puede haber leyes si alguien no las hace.
La ley supone un legislador inteligente, distinto de ella. Todo el mérito de la ley es de quien la ha puesto.

El Dr. Bermudo Meléndez, presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural y Catedrático de Paleontología de la Universidad Complutense de Madrid, dice en la Revista IBÉRICA[102], en un artículo titulado Estado actual de la teoría de la evolución: «Cuanto más investigamos el mecanismo del proceso de la evolución, tanto más comprendemos la realidad de la existencia de una inteligencia infinita capaz de haberlo programado todo».

El Padre Teilhard de Chardin, que es actualmente el jesuita de más fama internacional en el terreno de la evolución, dice que «la evolución, como todos los procesos naturales, es un proceso sujeto a una ley que señala una dirección»[103].

Newton, hablando del cosmos dijo: «Hay que reconocer la voluntad y el dominio de un Ser Inteligente y poderoso»[104].
Y en otro sitio: «¿De dónde proviene todo ese orden y belleza que vemos en el mundo? ¿Fue el ojo ideado sin ingenio en materia de óptica? ¿No parece claro que existe un Ser Inteligente?»[105].

Einstein escribió en The World as I see it: «La ley del cosmos revela una inteligencia de tal superioridad que comparada con ella todo pensar humano es insignificante».

El Premio Nobel de Física Alfredo Kastler declaraba en agosto de 1968: «La idea de que el mundo, el Universo material, se ha creado él mismo, me parece absurda.
»Yo no concibo el mundo sino con un Creador, por consiguiente, Dios. Para un  físico, un solo átomo es tan complicado, supone tal inteligencia, que un Universo materialista carece de sentido».

Toda organización supone un organizador. Si en la Naturaleza hay seres organizados, es inevitable reconocer la existencia de una inteligencia organizadora.

El gran filósofo inglés David Hume, dice al final de su obra Historia natural de la Religión : «La organización de la naturaleza, en su totalidad, nos habla de un Autor inteligente»[106].

1,15. Es absurdo pensar que la Naturaleza se ha hecho sin la intervención de una inteligencia. ¿Te parece posible que un mono tecleando en una máquina de escribir componga este libro que tienes en las manos?
Pues esto es mucho más probable que suponer que no ha intervenido una inteligencia en la formación del ojo humano (maravillosa máquina fotográfica), la agilidad de una mosca en el aire,  o la función clorofílica de una hoja verde, que es un auténtico laboratorio químico.
Las plantas son sensibles al aire, al Sol, a la luz, a la oscuridad, a la electricidad, al magnetismo, etc.; sintetizan sustancias y fabrican oxígeno[107]: las plantas con la luz del Sol, desprenden oxígeno del agua, y absorben el anhídrido carbónico para sintetizar glucosa.
En 1976 un grupo de científicos españoles de la Universidad de Sevilla ha logrado en el laboratorio repetir lo que hacen las plantas. Es decir, que este fenómeno se realiza en las plantas según unas reacciones de leyes determinadas. Donde hay ley, orden, organización, hay inteligencia.

Azar es lo que sucede sin ser dirigido por una inteligencia[108] .
No es lo mismo «azar» que «falta de información».
El que salga «cara» o «cruz» al tirar una moneda al aire, más que azar es falta de información. Si conociéramos todas las variables que intervienen, podríamos saber si iba a salir cara o cruz.
Lo mismo habría que decir de la cara que queda arriba al tirar un dado. El que no sepamos predecirlo no significa que no se deba a leyes determinadas.
Por eso, muchas cosas que atribuimos al azar es por falta de información.
En cambio, el ciego azar es totalmente aleatorio, como sería que un mono, tecleando en una máquina de escribir, sacara el libro que tienes en las manos.

Lo casual no se repite varias veces seguidas.
Lo que sale por casualidad no es repetible a voluntad todas las veces que se desee, por ejemplo el Premio Gordo de la lotería; en cambio, lo que es fruto de la inteligencia, sí se puede repetir a voluntad.
Por eso el hecho científico puede repetirse a discreción, pues siempre se pueden conseguir los mismos efectos al poner las mismas causas.
Pero lo que sale por azar no puede repetirse a voluntad.
Las letras que forman este libro han necesitado muchas horas de trabajo para que digan lo que dicen.
Si yo meto en un cubo todas estas letras y las tiro al suelo, hay una  probabilidad contra miles de millones de que las letras salgan en el orden que tienen en mi libro. Y desde luego todo el mundo comprenderá que no saldría cincuenta veces seguidas. Las cincuenta ediciones de mi libro no hubieran salido con meter las letras en un cubo y tirarlas al suelo cincuenta veces.
Este libro tiene un millón de letras sin contar puntos y comas.
Al tirarlas al suelo, ni siquiera caerían derechas y en línea recta.
Para que las letras se ordenen formando palabras, y las palabras se ordenen formando frases, hace falta una inteligencia ordenadora.
Evidentemente, el orden que las letras tienen en este libro es uno de los órdenes posibles.
Pero la probabilidad de que caigan las letras en este orden es una contra un número que tiene tres millones de cifras. El cálculo se ha hecho con calculadora. El número es tan grande que si lo nombráramos por su nombre propio, pocas personas lo entenderían: el número de permutaciones es de quinientos milillones (500.000 grupos de seis cifras).
Para escribirlo con números del tamaño de las letras de este libro necesitaríamos una tira de papel de seis kilómetros de larga.

Es decir, la probabilidad de que salga este libro al tirar las letras del cubo al suelo es prácticamente nula. Y menos aún que salga cincuenta veces seguidas.
La prueba es que si alguien se apostara un millón de pesetas de que lo conseguiría, cincuenta veces seguidas, como las ediciones de este libro, aceptaríamos encantados la apuesta, seguros de ganarla.
Pues si para hacer este libro hace falta una inteligencia ordenadora, ¿se habrán formado sin inteligencia ordenadora las moscas, las flores, los pájaros y el cosmos de precisión matemática?

Una sinfonía no se compone poniendo a un mono a teclear en un piano.

Dice Paul Davies en su libro La mente de Dios : «Cuesta trabajo creer que este intrincado universo exista por casualidad»[109].

El que contemplando el mundo sólo ve materia, es como el que entra en la Biblioteca Nacional de Madrid y sale diciendo que allí sólo hay papeles manchados con tinta de imprenta.

Salvador de Madariaga dice: «Creo que la atribución del Universo y de la vida a la copulación del azar con la necesidad es un disparate de tal envergadura, que no hay intelecto humano medianamente ejercitado que lo pueda sostener en serio; y que la prueba de la existencia de un Creador es cosa al alcance de cualquier cabeza sana»[110].

«El azar es algo inconsistente y poco creíble»[111] . El azar no explica nada. Es tan sólo la razón de nuestra ignorancia. Llamamos azar al suceso que no hemos podido prever[112].
El hecho de que al echar los dados no podamos prever qué cara quedará arriba, no significa que eso no se deba a una porción de combinaciones de fuerzas que no conocemos de antemano, pero que existen.

Por eso dijo Jules-Henri Poincaré, Profesor de Física Matemática en la Universidad de París: «El azar no es más que la medida de nuestra ignorancia»[113]. Y Monod reconoce que su tesis del azar es «una declaración de ignorancia»[114] .

Dice Wenher von Siemens: «Cuanto más penetro en el reino de las fuerzas de la naturaleza, tanto más sube mi admiración de la Sabiduría que resplandece en la Creación»[115].
«El estudio objetivo de la Naturaleza, en su complejidad, no puede contentarse con el azar, estando ausente la inteligencia; sino debe admitirse que la Naturaleza reclama una Mente Superior»[116].

Y Kastler, Premio Nobel, afirma: «Querer admitir que el azar haya creado el ser viviente me parece absurdo»[117].

1,16. Que la Naturaleza se rige según unas leyes es algo indiscutible.
Estas leyes de la Naturaleza, son la base de la Ciencia.
«El hombre de Ciencia sabe que idénticos efectos en idénticas circunstancias presuponen idénticas causas»[118]. Sin tales premisas la Ciencia resultaría imposible.

Aunque es verdad que algunas veces intervienen tantos factores que es muy difícil predecir de antemano lo que ocurrirá: como si saldrá cara o cruz al echar una moneda al aire. Entonces se acudirá al «cálculo de probabilidades» y estadísticas. De ahí el «principio de indeterminación» de Heisenberg en la microfísica donde tanto desconocemos; pero esto no niega que el resultado se deba a leyes determinadas[119].

Admirar la Naturaleza e ignorar a Dios sería como admirar una máquina automática por la perfección de su funcionamiento e ignorar la inteligencia del ingeniero que ha hecho posible esa máquina.

Por eso la Biblia dice que los que no conocen a Dios a través de la Naturaleza son unos necios[120]. Afirma la Biblia: «Dijo el necio: No hay Dios»[121]. .Y en otro lugar: «Los cielos cantan la gloria de Dios»[122] .«Dios se hace visible a través  de sus obras, por eso quienes no le glorifican  no tienen excusa»[123].
El Concilio Vaticano I condena a los que nieguen que la razón humana no pueda demostrar con certeza la existencia de Dios: «La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas  creadas». [124] .
Carlos Rubbia, Premio Nobel de Física, Director del Laboratorio Europeo para la Física de las Partículas, dice: «Hablar del origen del mundo lleva a pensar en la Creación... Para mí está claro que esto no puede ser consecuencia de la casualidad»[125].
Igualmente, la belleza del plumaje de colores de algunos pájaros me hablan del talento del artista que concibió esa armonía de colores.
Donde hay una obra de arte hay un artista. Hasta el blasfemo Voltaire dijo: «No puedo imaginar que haya un reloj sin relojero»[126] .
Y André Gide: «Para no creer en Dios es absolutamente necesario abstenerse de mirar la naturaleza y reflexionar sobre lo que vemos»[127] .
Por eso «por más que retrocedamos en el tiempo no encontraremos ningún pueblo sin religión, sin creencias, preceptos y ritos cuya finalidad es poner al hombre en relación con la Divinidad»[128] .

1,17. A ese ser tan inteligente, que ha hecho la Naturaleza y ha puesto en ella esas leyes tan maravillosas que rigen su funcionamiento, llamamos DIOS[129] .
Dice Paul Davies, Profesor de Física Matemática en la Universidad de Adelaida (Australia): «A través de mi labor científica he llegado a creer más y más fuertemente que el universo físico está ensamblado con una dosis de ingenio tan sorprendente que no puedo aceptarlo simplemente como un hecho brutal. Ha de haber, pienso, un nivel más profundo de explicación. si uno quiere llamar “Dios” a ese nivel es una cuestión de definición»[130] .
«Los propios hombres de ciencia dan por supuesto que vivimos en un cosmos racional, ordenado, sometido a leyes precisas que pueden ser descubiertas por el razonamiento humano»[131] .
Los científicos hablan hoy del Principio antrópico, según el cual «las leyes del universo son exactamente las precisas para que pueda aparecer el hombre sobre la Tierra. Si hubieran sido otras, no estaríamos aquí»[132].
Después de lo dicho resulta ridícula la propaganda atea del comunismo.
En el libro Sputnik ateísta”(Moscú 1961, pg. 365) se dice: «A partir de la astronáutica ya no es posible creer en la existencia de Dios. Los sputniks no han descubierto a Dios en su morada celeste»[133].
¿Es que pensaban detectar a Dios con  el sputnik? El sputnik no detecta a Dios, pero nuestra inteligencia sí.
Las realidades espirituales no se detectan con instrumentos materiales. Los aparatos pueden estudiar el tejido de un lienzo y la composición química de los colorantes, pero no la ilusión y la alegría con que se ha pintado el cuadro.
Dios no es, como dice Feuerbach, discípulo de Hegel, «el producto imaginativo de la indigencia y los deseos del hombre», sino que la afirmación de la existencia de Dios es consecuencia de la búsqueda intelectual al hombre que investiga la razón suficiente de las leyes del cosmos, que suponen la existencia de un Creador inteligente.
«Nada existe sin razón suficiente.
»Si una piedra que estaba en la calle la vemos en lo alto de un edificio, sabemos que no está allí sin “razón suficiente”: alguien la subió.
»Nada existe sin causa adecuada.
»Esa relación causa-efecto es la base de la medicina y de la técnica. Dios es la causa explicativa del cosmos»[134].
No se trata de probar la existencia de Dios por la ciencia; pues la ciencia se basa en hechos experimentales, y Dios no es el resultado de un trabajo de laboratorio. Pero es deducción de los hechos científicos.
La Filosofía razona sobre los datos que da la ciencia, y así podemos llegar al conocimiento de Dios.
«La ciencia de hoy da al hombre moderno materiales para que crea razonablemente» (Profesor Taltavull).
El conocimiento científico tiene un valor, pero no podemos olvidarnos del sentido común. Cuando Descartes dice «pienso, luego existo», su razonamiento es perfectamente válido. Con su «duda metódica» «quiso encontrar un punto de apoyo que fuera incontrovertible»[135] .
La Ciencia responde al «cómo» ocurren las cosas; pero no al «por qué». Esto es propio de la Filosofía.
«El hombre siempre ha sido filósofo y científico al mismo tiempo»[136].
«La racionalidad científica debe abrirse a la racionalidad filosófica, y viceversa: así lo demandan hoy científicos como Prigogine y d’Espagnat, filósofos realistas como Zubiri y Guitton, y, en fin, filósofos de la ciencia, entre los que tal demanda es hoy un auténtico clamor. (...) Se trata de que no vuelva a producirse la situación humorísticamente descrita por Gilson en estos términos: “nada iguala la ignorancia de los filósofos modernos en cuestiones de ciencia, excepto la ignorancia de los científicos modernos en cuestiones de filosofía”»[137].

1,18. Además de las leyes de la Naturaleza, como dice el Catedrático de la Universidad de Madrid, D. Juan Zaragüeta en ABC, las leyes de la conciencia, que mandan practicar el bien y evitar el mal, también nos hablan de la existencia de Dios, «pues nadie se manda a sí mismo, sino que la conciencia recibe las órdenes de un Ser Superior a ella, que es precisamente Dios»[138].
Kant escribió: «Hay dos cosas que llenan mi mente de admiración y respeto, el cielo estrellado, encima de mí, y la ley moral, dentro de mí. Para mí son pruebas de que hay un Dios por encima de mí y dentro de mí»[139] .
«La Ley moral, la obligación de hacer el bien y evitar hacer el mal, es una ley universal impuesta a todos los hombres: sólo Dios está por encima del hombre y puede imponerle la ley moral»[140] grabando en su conciencia esta obligación y el consiguiente remordimiento en caso de incumplirla.
«En lo profundo de la conciencia, descubre el hombre una ley que no se da él a sí mismo, pero a la que debe obedecer; y cuya voz resuena oportunamente en los oídos de su corazón invitándole siempre a amar y obrar el bien, y a evitar el mal: “haz esto, evita aquello”. Porque el hombre lleva en su corazón una ley escrita por Dios»[141] . Todos los hombres llevan escrito en sus corazones lo que Dios manda o prohíbe, y de ello es testigo la conciencia[142] . El remordimiento de conciencia es superior a nosotros mismos.

El remordimiento de conciencia, es prueba de la existencia de Dios, pues se impone el reconocimiento de un Ser Superior que nos impone la ley del bien y del mal en nuestro interior. Por eso nos remuerde un asesinato aunque no lo sepa nadie, y nadie pueda enterarse. La conciencia es la voz de Dios que me impone el imperativo moral de hacer el bien y evitar el mal[143].
¿Quién, sino Dios, puede entrar hasta lo más íntimo del hombre para aplaudirle cuando obra el bien y flagelar su alma con el remordimiento cuando ha obrado el mal, aunque no lo haya visto nadie[144] ?

1,19.También podemos conocer a Dios por la fe.
Él mismo nos dice quién es, lo que ha hecho, lo que nos ha dado, lo que nos promete, lo que nos enseña, lo que le agrada, lo que quiere de nosotros, etc[145].

1,20. es curioso que el número de oro 1,61803398... que determina la proporción áurea, base de la armonía y de la belleza, conocida por los artistas asirios, babilonios, egipcios, griegos, romanos y medievales haya sido hoy confirmada por la electrónica, y resulta omnipresente desde el microcosmos al macrocosmos. Esta armónica proporción de las partes con el todo se encuentra en la zoología, botánica y mineralogía. «Da la impresión de que es uno de los fundamentos sobre los que está construido el cosmos»[146] .

Es lo de la Biblia (Sabiduría 11:20): «Todo lo hiciste con medida».

Notas:

[67] Revista IBÉRICA de Actualidad Científica. La evolución y el azar, n.163 (I-76), 18
[68] MANUEL QUIRELL: Tras los pasos de Dios, VI.  Ed. Monte Casino. Zamora. 1997.
[69] Diario LA RAZÓN, 18-I-2002, pg. 52.
[70] TOMÁS ALFARO: El Señor del azar, 1ª, II, 2.  Ed. San Pablo. Madrid. 1997.
[71] Diario ABC de Madrid, 10-V-89, pg.57
[72] INTERNET: Boletín SOI, 13-XI-98
[73] LUIS MIRAVITLLES: Visado para el futuro, II, 4. Libros RTV. nº3, 1969
[74] YELENA SAPÁRINA: El hombre, animal cibernético, V, 11. Ed. Planeta. Barcelona, 1972
[75] Revista IBÉRICA de Actualidad científica, n.160 (X-75), 349
[76] SALVADOR DE MADARIAGA: Dios y los españoles, 2º, III. Ed. Planeta. Barcelona, 1975
[77]CLAUDE TRESMONTANT: El problema del alma, II, 5. Ed. Herder. Barcelona, 1974
[78] VINTILA HORIA: Viaje a los centros de la Tierra, 2º, II, 3.Ed. Plaza y Janés. Barcelona, 1971
[79] CLAUDE TRESMONTANT: El problema del alma, II, 1. f. Ed. Herder. Barcelona, 1974
[80] SALVADOR BORREGO: Dogmas y crisis,III.  México. 1994.
[81]  SALVADOR BORREGO: Dogmas y crisis,III.  México. 1994.
[82] YELENA SAPÁRINA: El hombre, animal cibernético, IV, 1. Ed. Planeta. Barcelona, 1972
[83] Revista MUY interesante, n.113 (X-90) pg.140
[84] Revista IBÉRICA de Actualidad Científica: El Biomagnetismo, n.197, (II-79),66.
[85] Revista MUNDO CIENTÍFICO, n.40 (X-94) 946.
[86] MANUEL M. CARREIRA, S.I.Profesor de Física y Astronomía en la Universidad de Cleveland (EE.UU.): El creyente ante la Ciencia. Cuadernos BAC, n.57, I, 1. Madrid, 1982.
[87] Diario ABC de Madrid, 6-III-91, pg. 63.
[88] Revista INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, V-82, pg.88.
[89] Revista IBÉRICA de Actualidad Científica, n.36 (VI-65),219.
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