martes, 26 de junio de 2012

SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ Y EL AÑO DE LA FE



El 26 de junio, la Iglesia Universal celebra la fiesta de San Josemaría Escrivá de Balaguer. El video colocado al final del post es una síntesis teórica y práctica de la espiritualidad que enseñó este gran santo del Siglo XX y que resulta muy oportuno recordar a propósito del Año de la fe convocado por SS Benedicto XVI. 

Este año, el Papa Benedicto XVI ha llamado a todos los fieles de la Iglesia para consagrar un año a la Fe y, por ello, es importante recordar unas palabras que San Josemaría dijo a propósito de la vida de fe.

“Se oye a veces decir que actualmente son menos frecuentes los milagros. ¿No será que son menos las almas que viven vida de fe? Dios no puede faltar a su promesa: ‘pídeme y haré de las gentes tu heredad, te daré en posesión los confines de la tierra’ (Salmo II, 8). Nuestro Dios es la Verdad, el fundamento de todo lo que existe: nada se cumple sin su querer omnipotente”.

Así comenzaba San Josemaría una de sus homilías, recordando, seguramente, todo el camino recorrido desde aquel 2 de octubre de 1928, fecha en que fundase –por inspiración divina– el Opus Dei.

No obstante las incomprensiones y calumnias recibidas, San Josemaría siempre tuvo una vida de fe muy sólida.

Precozmente se dio cuenta del llamado que Dios le hacía: San Josemaría sería el fiel instrumento del Señor para fundar el Opus Dei, como camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano. El anuncio de la vocación a la santidad a todos los bautizados y que el medio para santificarse no era un convento sino el propio trabajo ordinario en medio del mundo, era novedoso y para algunos también resultó peligroso.

El mensaje de San Josemaría siempre apuntó a hacer comprender a todos quienes lo querían escuchar que la vocación a la santidad, a la que desde siempre llamó el Evangelio, no era un llamado místico reservado solo para unas pocas personas "privilegiadas" que, además, estaban dotadas de condiciones "especiales". Por el contrario, incansablemente enseñaba San Josemaría que todos los bautizados, por ser hijos de Dios, están llamados a la santidad ya sea que fuesen laicos, religiosos o sacerdotes.


La respuesta de muchos sectores de la "Iglesia" frente a esta "novedad" en la vida espiritual de los fieles, que proponía San Josemaría, allá por la década del 1930, no tardó en hacerse escuchar por parte de una cierta "ortodoxia" del clero, que se "escandalizó". No faltaron tampoco quienes desde el clero lo estigmatizaran como un sacerdote “heterodoxo”. Finalmente, quienes miraron con más simpatía al entonces joven y tenaz Padre Josemaría, no lo tomaron en serio por considerarlo un joven con sueños imposibles.

Durante muchos años, San Josemaría no tuvo más que experiencias dolorosas ante las muchas puertas que se lo cerraban no bien planteaba las inquietudes que movían su alma.

No es necesario empatizar demasiado con la situación de San Josemaría, para comprender cuánta soledad, frustración y, de alguna manera, desánimo humano debió sentir en los primeros años de la década de 1930.

Mas Dios jamás deja de plasmar una obra querida por Él. Así, el 12 de diciembre de 1931, San Josemaría, en medio de su frustración, sintió en su corazón la voz clara e inconfundible de Dios que le animaba a continuar. Su alma había recibido el Divino Consuelo y la dejaba sin preocupaciones al infundirle esa confianza que solo Dios puede dar.

En la iluminación de ese 12 de diciembre de 1931, Dios puso en la mente de San Josemaría las palabras del Salmo 103: “A través de los montes las aguas pasarán” (Sal. 103, 11), queriendo significarle con ello que, a pesar de todos los obstáculos, el Opus Dei, la Obra de Dios, se extendería por todo el mundo. San Josemaría, a partir de ese momento, siempre tuvo la seguridad de que el Opus Dei vería la luz.


¡Dios nunca falla!

Han pasado más de 80 años y la visión que San Josemaría tuvo en 1928 se ha concretado con creces. La santificación del trabajo es conocida y predicada en el mundo entero y el Opus Dei tiene hoy activa presencia en los cinco continentes, contando con algo más de noventa mil miembros.

El secreto de este "milagro" consistió en que San Josemaría, siempre supo corresponder, con una vida de fe sólida, a las mociones, afectos e inspiraciones que Dios le hizo para llevar adelante Su Obra.

Hoy día, miles de personas -casadas o solteras, laicas o religiosas- viven en todo el mundo ofreciendo diariamente a Dios su trabajo profesional, como camino específico del Opus Dei para llevar más santidad al mundo.

Este camino de santidad no solo implica la santificación de la propia persona que realiza el trabajo profesional, sino también la santificación del trabajo profesional en sí y de aquella persona con quien se entra en contacto por el trabajo.


En este último aspecto, cada persona que vive la espiritualidad del Opus Dei, sea laica o religiosa, hace de todas las circunstancias de su vida, especialmente de las de su trabajo, una ocasión especial para acercar a Dios a sus colegas, compañeros y amigos, en el quehacer cotidiano de su vida familiar o social. El único límite, inflexible al máximo, es el respeto absoluto la libertad de los demás.

San Josemaría y la mayoría de los santos, han experimentado en su propia vida y por ello reconocido, el maravilloso don de la gracia de Dios. Todos han constatado como Dios hace constantes milagros, la única condición para ello es la Fe (Mt. 14, 23-31; Mt. 17, 14-20)

El Señor le fue enseñando a San Josemaría a confiar plenamente en la Divina Providencia que es, el anverso de la vida de la Fe. Ante los problemas y contradicciones que se presentaban frente al emprendimiento de nuevas obras apostólicas, el Fundador del Opus Dei solía animar a sus hijos espirituales para que, contrariamente a lo que indicaba una visión realista pero "demasiado humana" de la situación, recordasen que todo, absolutamente todo, dependía de la voluntad del Dios y de su Divina Providencia. Sin perder su alegría y entusiasmo, San Josemaría animaba a todos sus hijos llevándolos a confiar plenamente en la Providencia Divina y les insistía: “¡Es cuestión de fe!”


El Papa Benedicto XVI, ante una realidad -externa e interna- de la Iglesia que está llena de problemas y de contradicciones -cada día más manifiestos-, está invitando a todos los cristianos -más que ello, los convoca- a celebrar un año de la Fe, ya que, en primer lugar, es imprescindible "...descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51)"; y, en segundo lugar, porque "La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó." (Porta Fidei, Carta Apostólica, a modo motu propio, de SS Benedicto XVI)

Palabra de Dios, Eucaristía, oración, testimonio y obras, han sido siempre los medios instituidos por Jesucristo para santificar el mundo a través de Su Iglesia. Por ello, "[el] cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree" (Ídem)


Recuerda Benedicto XVI que "[no] podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre" (Ibídem)

San Josemaría hoy invita a todos a transitar un camino de santidad que el mismo Señor le mostró aquel 2 de octubre de 1928, cuando le hizo comprender que también se podía santificar el mundo a través de la vida ordinaria y por medio de cotidianas y normales tareas.

Es necesario revitalizar la fe para hacer presente el testimonio cristiano en medio de las tareas ordinarias lo que significa que el "ser" cristiano vuelva a lucir en medio del mundo. San Josemaría ha dejado con la fundación del Opus Dei un camino para alcanzar ese fin. No es el único, pero es uno muy importante porque está al alcance de todos. La espiritualidad que enseñó San Josemaría ya no le pertenece solo al Opus Dei: Ha trasvasado el ámbito en que nació para derramarse, como un nuevo regalo de Dios, en medio de un mundo que mucho la necesita.

Este llamado a vivir la santidad en la vida ordinaria es lo que el Santo Padre está pidiendo a los cristianos cuando insiste en que "[e]scuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin" (Ibídem)


San Josemaría, siempre vio con claridad, una circunstancia que hoy señala el Papa Benedicto XVI en su Carta Apostólica: "La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó".

Con cristianos mas comprometidos en la vida de la fe, con su testimonio y sus obras impulsadas por la caridad, "La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz»" (Ibídem)

"Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban". Esta es una de cita textual de la Carta Apostólica Porta Fidei del Papa Benedicto XVI, mas también podría estar suscripta por San Josemaría Escriva, cuyo nacimiento al cielo hoy celebramos en toda la Iglesia.



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